Cuando me ocupé de mi dolor mi herida se transformó en la cicatriz que me trajo hasta hoy.
¿Cuál es tu historia?
¿Conoces la historia de tu mamá?
¿Qué historias te contaron de tus abuelas?
¿Cuál es la historia de tus bisabuelas, quién te las contó?
La historia más real es la tuya, la propia, esa que llevas en la piel y en lo mas intimo de tu inconsciente que por cierto te traiciona y te dice verdades a medias.
Cuantos secretos que viajan en el sistema familiar hemos de sacar a la luz y gritar a los cuatro vientos para que nuestras chiquitas se encarguen de otro tanto mas adelante.
Una tras otra asintiendo a la vida y a las historias no resueltas del linaje para demostrar fidelidad hasta que en algún momento nos revelemos y las traicionemos a ellas y entonces seamos autenticas y nos liberemos y las liberemos.
Sanar las historias ya vividas para no seguir haciendo sangrar heridas reconociendo las raíces y agradeciendo el que así haya sido pues de haber sido diferente no seriamos lo que somos hoy es un camino difícil de transitar. Y es que mas fácil es seguir dándonos golpes de pecho, rasgando la herida y sacándole algún provecho inconsciente que nos permite ser centro de atracción de alguna victima cercana.
Reconociendo la misión y honrando que nuestro linaje calló, se escondió, se amordazó, se amarró y se ató a viejos preceptos, conceptos, juicios y patrones, darnos el permiso de seguir siendo inocentes puede sonar utópico y es justamente la invitación que vengo a hacerte.
La niña dijo SI a todo y a todos y se entregó por amor a complacer, abrió su corazón puro y lo expuso ante el clan y el colectivo para vivir lo que muchas de las que le antecedieron vivieron y callaron hasta hoy.
Historias en espiral para limpiar y sanar tejiendo con puntadas diferentes honrando lo que ya fue.
¿Qué más hemos de entender?
La vuelta al centro, a lo simple, a la desnudez del alma, a ese espacio infinito donde confluimos en ese tiempo sin tiempo llamado Kairos.
Hemos de despertar mujeres, porque si despertamos para recobrar nuestros poderes ancestrales dejaremos de competir para compartir, apoyarnos, contenernos y sostenernos.
Solo así lo masculino que habita en nosotras se integrará y a la vez lo femenino del masculino hará lo suyo para fundirnos en el uno que somos.
Nuestra niña inocente y nuestra adolescente rebelde y autentica están tocando nuestro corazón con fuerza a ritmo de tambor emitiendo a veces sonidos guturales imperceptibles, silbidos, silencios de flauta que cantan al viento, cantando música medicina, danzándole al fuego y reconociendo la alegría, la tristeza encapsulada, la rabia encriptada y el amor que sueña y vive en cada latir en espiral hacia el centro del corazón.
Qué más hemos de entender, qué más hemos de aprender o, mejor dicho, recordar. ¿Qué mas mujer?
Reconócete y reconócelas a todas y a todos.